Mis LXVII Millas Romanas 2007
Son casi las seis de la tarde y, tumbado sobre la cama de nuestra habitación en el Hotel Zeus de Mérida, intento en vano echar una cabezada antes de la prueba; así que decidimos irnos al Polideportivo Diocles a recoger el dorsal y merendar algo antes de la salida. Termino de preparar la mochila con las diferentes mudas para cada circuito y las zapatillas de trail para el caso de que haya mucho barro; mi hija Laura se divierte “ayudándome” a guardar todo en esta especie de caos que se ha formado encima de mi cama y yo no me percato de que he dejado todos los calcetines de repuesto en otra bolsa. La tarde está nublada y amenaza lluvia cuando llegamos al Polideportivo, sin embargo el ambiente es festivo y el optimismo reina sobre las nubes grises. Allí son caras conocidas. Me alegra, nada más llegar, saludar a Antonio Ruano, compañero de la Sociedad Excursionista de Málaga, club al que pertenecí durante más de veinte años. Allí están los Pretorianos de Tomares, José Luis, Javier, Cañete; saludo a Isidro, Bruno, Abencio, Liván...fotos, recojo mi dorsal y me voy cambiando; nervios y...comienza a llover. Menos mal que es una lluvia pasajera y poco antes de las nueve, escampa. Me despido de mi mujer y mis hijos, mientras entre el ruido ensordecedor de la megafonía me dirijo a la salida, que a la hora en punto la marca un cohete: más de doscientos “locos” salimos al anochecer, ilusionados y con un cierto grado de incertidumbre porque, ¡¡¡ LXVII millas romanas son LXVII millas romanas !!! . El paso por la ciudad de Mérida, entre la gente que pasea, es festivo, mientras seguimos la bicicleta que indica el camino, o más bien la bicicleta nos sigue a nosotros, porque hay ganas (luego las millas nos colocaría a cada uno en nuestro sitio) y así, al trote nos encaminamos hacia el río Guadiana. Anochece y vamos encendiendo los frontales, cuando llegamos al primer avituallamiento y control: Estación de Aljucén, con más de 20 minutos de adelanto sobre el horario, por lo que debemos esperar ese tiempo para poder sellar nuestra Hoja de Ruta; aquí damo media vuelta y desandamos el camino que habíamos tomado por el margen derecho del río, entramos de nuevo en Mérida, cruzamos su puente nuevo y tomamos un camino que nos conduce, tras pasar por debajo del puente romano a una parque que discurre por el margen izquierdo, pasamos el avituallamiento Yu-Yu (km 17.2) y rápidamente continuamos a Piata Alange (km 23.4) donde tendremos que sellar de nuevo. Allí nos encontraríamos una sorpresa: por error, el avituallamiento estaba situado un kilómetro después de donde correspondía, cosa que no agradó mucho a nuestr guía ciclista (más que nada porque intenta que todo vaya sobre ruedas, valga la redundancia), pero aún estamos frescos y 2 kilómetros más no importan. A la llegada al control aprovecho para estirar y encender la luz de atrás, intermitente y roja (recuerdo que el año pasado me fue de gran ayuda y de guía el ver la luz roja de otro corredor cuando en algún momento dudé del camino a seguir).Voy en el grupo inicial, junto a la bicicleta, aunque solo, con mis pensamientos, dejo atrás un negro invierno, huyo de él, de tanto dolor de tanta injusticia y egoismo, no quiero mirar atrás, no quiero recordar y corro, siento un gran alivio a cada zancada, en mi “soledad” nocturna emeritense, cuando aún me quedan más de 75 kilómetros por recorrer, dejo ir a la bicicleta para quedarme más sólo, iluminado por mi frontal y, ocasionalmente, deslumbrado por el de otro marchador que me cruzo. Así, continúo corriendo hasta llegar de nuevo al puente romano; es más de la una de la mañana cuando cruzo el Guadiana a través de este puente romano acompañado sólo por mis pisadas, me adentro de nuevo en la ciudad y guiado por las flechas adhesivas que ha colocado la organización, cruzo una zona donde algunas personas me miran con gesto extraño mientras apuran sus copas. Ya , llegando al Polideportivo me alcanzan dos corredores de Mérida (quienes me acompañarían en el segundo circuito) y poco antes de las dos concluimos este primer circuito: es el km 34.7. Mañana, más. Sello mi hoja de ruta; próxima salida a las 2 y 20. Aquí hay de todo: caldo caliente, ensalada de pasta, dulces, frutas, zumos, bebida isotónica,... pero lo primero es lo primero, voy a cambiarme, no vaya a ser que me enfríe y no quiero salir con el cuerpo “cortao”. En el guardarropas coincido con un corredor de Cádiz (Manuel creo que se llama) que, junto a otros más formaríamos un grupillo para el segundo circuito, Proserpina. El hombre tenía problemas en la planta del pié a causa de una ampolla, así que le pusimos remedio con un Compeed que, luego me comentó, le fue de maravilla. Voy a cambiarme de calcetines, voy a cambiarme, voy a... a nada, porque todos los calcetines me los he dejado en el hotel: Bravo ragazzo!. Bueno, pienso, de momento están secos; de momento. Me pongo una camiseta de duofold porque la noche más arriba me va a dejar “arrecío”, me tomo mi rebanada de “POWERJIGO” (pan de higo), y tomo algo de fruta y bebida. Son las 2 y veinte cuando Liván y su compañero se ofrecen a acompañarme en la salida. Sellamos, y salimos dudando al principio el camino que nos indican las flechas. Suerte que en ese momento coincidimos con un grupo comandado por Bruno (perfecto conocedor de la ruta y un máquina a la hora de andar rápido) al que nos uniríamos durante todo ese tramo. Al poco me reencuentro con mi amigo Antonio Ruano cuando comenzamos a subir hacia la Casa de Campo; tengo que mantener un ligero trote, al igual que una corredora de Badajoz que viene en nuestro grupo ya que, al ser más bien bajito, me es mucho más cómodo este trote cochinero que el caminar; Antonio ha decidido caminar y me doy cuenta que se va quedando atrás, aunque pienso que no tendrá ningún problema en seguir mi luz roja intermitente y, en cualquier caso es un montañero curtido en mil batallas, por lo que to tengo duda alguna de que sabrá encontrar el camino correcto en mitad de la noche.Son más de las cuatro de la mañana cuando llegamos al siguiente control.Recuerdo con emoción cuando el año anterior, en compañía de los Pretorianos de Tomares llegamos a este punto y el saludo, mano al pecho: ¡Fuerza y Honor!. Bebo un Aquarius, tomo algo de fruta y dulce; cuando quiero darme cuenta, Manuel, Bruno y la corredora de Badajoz ya han enfilado el camino, así que salgo tras su estela para no perder el rastro; Liván, su compañero y los dos corredores de Mérida (uno de los cuales he sabido luego que era Carlos Q.) nos alcanzarían en breve. Aquí el camino está más embarrado y, por primera vez meto los piés en un charco, mientras nos acercamos al lago de Proserpina. Ahora somos un grupo que marchamos al unísono, bordeando este lago mientras, trotando, Bruno nos cuenta la historia del pasado romano y árabe de este lago. Ahora vamos llaneando por un terreno de arena compacta y la carrera es muy agradable; casi sin darnos cuenta llegamos al control del Proserpina (km 53.2). Allí nos comentan que a partir de ese punto la zona está llena de charcos, pero eso ya lo íbamos a comprobar enseguida. Salimos cuesta abajo mientras a mi lado la corredora de Badajoz (lo siento pero no se su nombre) intenta esquivar los charcos. Yo me dejo llevar por mis pensamientos y reprocho a mis compañeras de oficina el montón de veces que, cuando les comenté que el domingo se celebraba la Carrera de la Mujer, contra el cáncer de mama, lo único que supieron decir es algo así como “¡joder, es que son 5 kilómetros!”. Aquí, al lado de esta mujer, os quería ver yo. Bueno quizás alguna vaya (mierda pa mí, que no fue nadie). Tengo los pies totalmente chorreando cuando llegamos a la carretera y pienso en las mpollas que me van a salir, bueno, ya no hay remedio. Enfilamos las últimas cuestas antes de adentrarnos de nuevo en Mérida. Aún es de noche cuando pasamos junto al Acueducto de los Milagros, el templo de Diana y atravesamos la ciudad para , poco antes de las 7 de la mañana concluir nuestro segundo circuito en el Polideportivo. Estrujo mis calcetines todo lo que puedo y observo que tengo el comienzo de lo que, si no lo remedio se convertirá en ampolla. Así que me seco bien los piés, me pongo un Compeed y aplico de nuevo vaselina a los pies. Mis compañeros de aventura me ofrecen sus calcetines, pero prefiero llevar los míos, aunque húmedos, porque al menos sé que me quedan bien. Lo de escrupuloso, no lo he sido nunca y, en todo caso ya hace muchos años que, por necesidad, hubiera dejado de serlo. Liván también anda tocado de las ampollas y el agua no le ha ido nada bien. Su compañero ha decidido acabar en este punto y él se prepara para salir nada más comer algo. Mientras, me cambio para lo que imaginaba un día soleado, oyendo hablar a Bruno con otro corredor que decían era de Oviedo... ¿no serás tú....como era? Ráfagas, Carreraspopulares. Pues sí. Yo salgo casi ya, en cuanto coma algo (otro POWERJIGO) y así, al alba, iniciamos Rafa y yo el tercer circuito. Animados porque ya “sólo” quedan 36 kms y con la ventaja de que ahora ya veremos donde pisamos nos adentramos en las tierras de cultivo, que darán incio al Circuito de los Pueblos. Este año, además, existe la posibilidad de hacer únicamente el último tramo, XXV Milllas, con lo que la idea de encontrarnos con corredores de refresco nos fortalece, sobre todo a Rafagas, ya que su hermano es uno de ellos; claro que para esto aún debemos esperar porque la salida de esta modalidad no será hasta las 9 de la mañana. De hecho, al final no nos alcanzó ningún corredor. El día ha amanecido con una niebla que a mi compañero le recuerda mucho a su tierra asturiana y que a los dos nos ahorraría el bochorno de un día caluroso pero que a mí, de momento me está haciendo dar más de un tiritón.Caminamos e intentamos trotar por un camino totalmente embarrado y pegajoso que hace que nuestras zapatillas se lastren como si fueran las botas de los buzos clásicos. ¡Pedazo de zapatones que llevamos!. Hay montones de babosas, el problema de la vivienda está aquí mal hasta para los caracoles, que deben deambular de un lado para otro, al igual que hacemos nosotros en busca del primer pueblo, Valverde de Mérida (km 74. a donde llegamos alrededor de la nueve de la mañana. Intento llamar a mi mujer, pero el móvil apenas tiene cobertura; lo suficiente para decir que estoy bien y que todo va mejor de lo esperado. Sellamos la Hoja de Ruta, comemos y bebemos algo y, pitando hacia San Pedro de Mérida. Son sólo 6.5 kms de un recorrido con toboganes y un ligero ascenso al final, muy bonito, salpicado de flores amarillas, lilas, rojas, amapolas entre la verde hierba que tan bien refleja este paisaje en la película Gladiator, esto marcha, la charla con mi compañero es animada y me sorprendo de lo bien que recuerdo los detalles del recorrido del año pasado (quizás no esté tan mayor), además ahora ya el terreno permitía trotar. Así llegamos a San Pedro de Mérida. Recuerdo que en la edición anterior, en este punto me tomé un refresco helado; hoy, el día está más bien para un Colacaito, porque aún el sol no se ha dignado a aparecer (y no lo haría hasta llegar a Mérida). Nuevo sello y, ¡ánimo que váis 18 y 19!; enfilamos el camino cuando nos adelanta otro corredor que además nos serviría de guía. Yo voy atento porque el año anterior fue por aquí cuando nos despistamos el amigo Isidro y yo y, al final tuvimos que hacer un par de kilómetros más. Pero en esta ocasión no ha habido pérdida. El tereno está muy encharcado y, de hecho no corremos por el carril, sino más o menos paralelo a éste intentando esquivar el agua. Al final, se oye “chof”, “chof”, “chof”, así que, nunca mejor dicho: “lo perdío al río”, total dentro de nada llegamos a Trujillanos y de allí hasta la meta son menos de 10 kilómetros. Pasamos ahora por una zona de encinas, donde, de vez en cuando nos pegamos un trotecito y donde podemos contemplar un nuevo tipo de cultivo que en esta zona se da con extraña frecuencia: la lavadora. Así diciendo tonterías (será porque llevamos ya un montón de horas sin dormir) y me compañero que ya se ha dado cuenta que no tengo más ganas de trotar, llegamos a Trujillanos (km 90. no sin antes que éste con cierto sarcamos me diga ¿Riccardo, otro trotecito? Pues sí, otro trotecito, que no se diga. Una vez en el control y mientras descansamos un poco, nos sellan la Hoja de Ruta, ¡el último sello antes de meta!, bebemos algo y bromeamos, porque hay que decirlo, el trato, la amabilidad y el buen humor no ha faltado en ningún momento por parte de todos los que hacen posible esta prueba. Nos despedimos, sabiendo ya cerca la meta y encaminamos hacia el último trecho, un camino, algo monótono, con algunos toboganes , hasta llegar a Mérida. Aprovecho para llamara ahora a mi mujer, quien están de turismo en el trenecillo que recorre el centro por los principales zonas turísticas; ella se extraña de que ya vayamos por allí (luego se extrañó aún mas cuando al llegar al Polideportivo yo ya había terminado hacía ya un buen rato. ¡Menos mal que no me tuvo dando vueltas hasta su llegada!). Rafa me insinúa de nuevo lo que ya temía: “¿qué, otro trotecito, que estás hecho un perezoso?”. Encima va y se ríe. Bueno, que se le va a hacer y así entre “trotecitos” pasamos a un marchador, que, al igual que nosotros ya “huele a meta”, continuamos hasta adentrarnos en Mérida, ya queda poco y, como la avenida es algo monótona decidimos darle otro trotecito y así acabamos antes y, así llegamos al Polideportivo, LXVII Millas Romanas, nos felicitamos y entramos entre los aplausos de los que allí se encontraban. Miliario (este con un II), diploma, foto, refrescos y, sobre todo una gran alegría que se incrementó cuando vi llegar a mi mujer y a los niños. Ahora sí. Muchas gracias a todos los que hacéis posible que estos sueños se hagan realidad, gracias por vuestro esfuerzo, por vuestra amabilidad y simpatía, porque se nota que lleváis el deporte dentro. Con esta prueba se termina para mí esta temporada sabática en cuanto a competiciones se refiere. Ahora tengo que pasar por el quirófano para arreglar mi rodilla y luego, ya hablaremos; si es corriendo, mejor.
Publicado por Riccardo en el Foro de las LXVII Millas.
Publicado por Riccardo en el Foro de las LXVII Millas.